domingo, 30 de noviembre de 2008

En la empolvada luz que la luna nos deja,
un vivo germen de una muerte prematura
se adentra en los umbrales y dinteles fríos,
luego dan paso a las alcobas del infierno.

Próspera negligencia abyecta de la infancia
que promulga el perdón divino de los justos
cuando las nubes bajas alcanzan el cielo
y detienen las llamas con sus azúcares.

Me regocijo en esta umbría pesadilla
como en la cruz sin clavos de aquesta pared
de piedra ya marcada por las cicatrices
que va dejando en el espíritu la duda.

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