miércoles, 17 de septiembre de 2008


En el patio de mi casa la elocuencia
de las cintas y los granados me delata
cuando después del alba cae el sol
y riega la sombría estancia con su luz:
lóbrego el pensamiento se aviva y vuela
hasta la más alta cornisa del estudio,
allí el canto moruno de las mañanicas
se encuentra con los ecos apagados
de la fúnebre letanía que oficié.

Y la ondulada estela que las alas dejan
en el tejado rojo que nos cubre
se va enredando entre los haces luminosos
y acaba coronando el día como un sueño.

¡Qué pena más profunda cuando los olores
dejan al descubierto la humedad
de los ladrillos de la celda y sus contornos!