domingo, 12 de octubre de 2008

Desde los treinta el estornudo se ha fijado
a mi nariza voluminosa y preguntona,
despego las portadas y contraportadas
de mi esclerótica familia y luego soplo.

Yo no quisiera pero dejo estas huellas
que de patoso y torpe adqurí no sé dónde
al tocar con vehemencia el estucado-brillo
que poco a poco apaga su lustre empolvado.

Hay veces que la oruga insomne de la duda
insolente se arrastra regocijándose
por los acartonados y apilados lomos
en busca siempre de alimento que le engorde.

Otras, la guía de lectura se aparece
carcomida y dispersa como la verdad,
ahí es cuando yo me saco el gran pañuelo
y la lupa de aumento, regalo de 'padre'.

3 comentarios:

CCM dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
CCM dijo...

Manifiestamente exquisita la historia del paseante de pasillo de librería con sus manos untuosas y su miopía tardía. Esta línea como que para mi que me gusta más que el lirismo gris. Te reprocharia tus finales de dos versos porque podrian volerse de una previsibilidad inevitable y es muy facil caer en la ruptura del Chimpún.

Unknown dijo...

El personaje quiere intentar reflejar sus pensamientos de su vida pero no se siente apoyado lo suficiente por nadie, es un grito de auxilio. Y da las gracias por ese pensamiento.