jueves, 25 de diciembre de 2008

En el bolsillo izquierdo del pantalón de pana he guardado siempre la pequeña llave del apartado de correos. Un día escaparé de esta habitación y abriré las puertas que se me cerraron en el pasado. Si espero a que me crezcan las piernas y las uñas de los dedos podré alcanzar mis zapatillas con toda seguridad y garantía. En el hábito de mi memoria encuentro las alas que me llevan al jardín del parque, allí, entre los aromas de primavera, trazo sobre la tierra húmeda los garabatos secretos que me apartaron de amigos y familia.
No repares en mí cuando te vayas, camina, camina y no pares nunca: tú que puedes, regala tu resistencia al viento, ocupa los espacios que yo no puedo, canta por las esquinas la canción del impedido. Y si regresas a tu tierra algún día, cuenta que me conociste, que mi desnudez te sorprendió en los hoteles de medio mundo, que has abierto de par en par todas aquellas ventanas por donde yo miraba, que me has dejado visiblemente cansado y reducido en los albores de tu madurez.
En las estrecheces que el miedo fabrica para los cobardes, pegados a la pared como un papel azul turquesa, pululan otros recuerdos en franco retroceso frente a la vida, he perdido la batalla en los andenes, han ido saliendo, a su hora, puntuales, todos los trenes de la tarde, con sus niños a bordo, y sus madres de la mano, con sus ancianas dormitando y los cobradores de uniforme frente a las chicas jóvenes que viajan en fin de semana. No llego a tiempo, se me entretiene el taxi por las avenidas.
Pero algo extraño está ocurriendo hoy, el taxista me ha pedido que baje el cristal y mire, el aire es más denso, más penetrantes los olores, mi cavidad pulmonar se cierra aunque abro la boca al máximo, los límites de las imágenes desaparecen, las formas se diluyen, la respiración se para.
Este alazán purasangre, de crines de puñal y a galope tendido por la llanura me golpea las sienes con sus cascos, avanza sin frenos por los angostos pasillos que conducen al presente. Despierto y la arrugada pana del pantalón huele a orín, los bolsillos están vacíos, las deportivas rotas y no veo a nadie en muchos metros a la redonda.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó, boludo!

CCM dijo...

Despues de leer tu poema a mi se me ha ocurrido el siguiente:



Prisionero, me despierto, en un apartado de correos y
oigo las sacudidas metálicas del destinatario impaciente.
Soy el sobre azul turquesa desde el tren sin prisas
que trae el certificado de defunción del tiempo.

Los contadores de los taxis se han parado.
La madre mira al hijo.
La fórmula del interés se pulveriza.
El alazan avanza solo en el ahora.

Zaratrusta que ha encontrado empeleo de taxita
se vuelve hacia tí y te dice:
No importa que tu pantalon de pana huela a orín
No importa que ya no tengas las llaves...
el sobre azul turquesa ha sido destruido.

CCM dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anacanta dijo...

Llevamos dentro un mundo
que no se reconoce en el mundo.
Y sin embargo
vive de sus reflejos.